top of page

Putin versus Trump enemigos público aliados contra el sistema del orden mundial

  • Foto del escritor: Ricardo I. Zapata
    Ricardo I. Zapata
  • 6 oct
  • 4 Min. de lectura
ree

𝗦𝗮𝗹𝗮 𝗱𝗲 𝗿𝗲𝗱𝗮𝗰𝗰𝗶𝗼́𝗻. En la arena internacional, las figuras de Vladimir Putin y Donald Trump siempre han despertado controversia. Desde los días de la presidencia del estadounidense, su relación con el mandatario ruso ha sido objeto de escrutinio, teorías y análisis. Mientras en público ambos representan polos opuestos, en privado parecen coincidir en ciertos intereses estratégicos que los acercan más de lo que se admite oficialmente.


A pesar de los roces diplomáticos y las tensiones mediáticas, fuentes cercanas a sus respectivos entornos políticos han señalado que el diálogo entre ambos nunca se rompió del todo. La comunicación, discreta y limitada, se habría mantenido en torno a temas de seguridad global, competencia tecnológica y estabilidad económica.


Putin, consciente del peso de Estados Unidos en la estructura internacional, siempre ha visto en Trump a un interlocutor más pragmático que ideológico. Para el líder ruso, la cooperación con Washington podría servir para equilibrar el creciente poder de China y reducir la influencia de organismos multilaterales en las decisiones soberanas de los Estados.


Por su parte, Trump ha manifestado en distintas ocasiones su desconfianza hacia instituciones como la OTAN, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial de la Salud. Su visión, centrada en la política interna estadounidense, cuestiona el papel de estas organizaciones en el manejo de crisis globales y en la economía mundial.


Esa coincidencia de posturas ha alimentado la percepción de que ambos comparten una agenda de revisión del orden global establecido tras la Guerra Fría. Ni Putin ni Trump han ocultado su incomodidad con la expansión de organismos internacionales que, a su juicio, han adquirido un poder político que supera sus mandatos técnicos.


El interés común por redefinir las reglas del sistema internacional ha llevado a varios analistas a hablar de una “alianza implícita”. Aunque no existe un acuerdo formal, la retórica de ambos líderes sugiere una voluntad compartida de fortalecer el papel de los Estados soberanos frente a las estructuras multilaterales.


En los últimos años, esta postura ha ganado eco entre gobiernos que cuestionan la eficacia de los organismos globales en temas como la salud pública, la economía o la defensa. Para algunos países, el modelo actual refleja más los intereses de las grandes potencias que los de las naciones en desarrollo.


Putin y Trump, en su momento, capitalizaron ese sentimiento. Ambos se presentaron ante sus respectivas audiencias como defensores del interés nacional, promotores del orden y críticos de la globalización desregulada. Su coincidencia en ese discurso ha sido una de las razones por las que, pese a las tensiones, nunca rompieron del todo los canales de comunicación.

El acercamiento entre ambos también responde a factores estratégicos. Rusia busca mantener su influencia en Eurasia mientras enfrenta sanciones económicas, y Trump, desde su posición como figura política relevante en Estados Unidos, intenta proyectar liderazgo en temas internacionales.


Las conversaciones informales entre asesores de ambos bandos se habrían centrado en la necesidad de contener las tensiones globales, evitar una nueva carrera armamentista y estabilizar los mercados energéticos. Estas coincidencias, aunque parciales, reflejan una agenda de cooperación selectiva.


En el terreno militar, Putin y Trump han coincidido en que el gasto excesivo en defensa puede ser contraproducente. Ambos han promovido la idea de una seguridad compartida, donde las potencias negocien directamente sin depender de intermediarios multilaterales.

Sin embargo, sus visiones difieren en la aplicación práctica de estas ideas. Putin defiende un sistema multipolar que reduzca la hegemonía occidental, mientras Trump promueve un modelo de equilibrio basado en la fuerza y la negociación bilateral.


A pesar de esas diferencias, su discurso converge en la crítica a la burocracia internacional. Consideran que organizaciones como la OTAN o la OMS necesitan reformas profundas que garanticen mayor transparencia y respeto a las decisiones soberanas.


Esa coincidencia no implica una alianza formal, pero sí una alineación ideológica. Ambos ven con recelo el avance de nuevas economías tecnológicas que desafían la autoridad estatal y generan dependencia económica a través de plataformas y corporaciones globales.


Para Putin, este fenómeno amenaza la cohesión nacional; para Trump, debilita el poder productivo estadounidense. En ese sentido, su aparente acercamiento responde tanto a motivaciones políticas como a preocupaciones económicas.


El contexto actual de tensiones globales, guerras regionales y crisis energéticas ha reforzado la necesidad de diálogo entre potencias. Putin y Trump, pese a sus diferencias, han comprendido que la estabilidad mundial no puede sostenerse sin cooperación entre los principales actores internacionales.


Ambos líderes buscan posicionarse como garantes de un nuevo equilibrio internacional. Más allá de la rivalidad mediática, su relación refleja una realidad geopolítica en la que la confrontación abierta ha sido reemplazada por la diplomacia estratégica.


El mundo observa con cautela cómo evolucionan estos vínculos. Los analistas señalan que, si bien no hay pruebas de una alianza concreta, la sintonía en ciertos temas podría marcar el rumbo de las relaciones internacionales en los próximos años.


En definitiva, Putin y Trump representan dos estilos distintos de liderazgo con un mismo objetivo: mantener la influencia de sus países en un sistema global en transformación. En público pueden parecer enemigos irreconciliables, pero en la práctica comparten una visión: la de conservar el control político en un mundo cada vez más incierto.


Comentarios


bottom of page